martes, 11 de enero de 2011

Ciro Gómez-Leyva y el baño de sangre en curso


Ciro Gómez-Leyva (CGL) se ha instalado en el papel del promotor mediático de la estratagema de polarización masiva que desde el 2006 ha venido dañando al país, al encerrar el análisis social de los temas de interés público en la jaula irracional de las pasiones políticas.

El 10 de enero exclamaba en su columna de Milenio "¡No, por Dios!", ante las 57 ejecuciones acontecidas dos días antes, y escandalizado porque su carácter cruel y sangriento ya no representaba una noticia relevante para nadie. "Ya no". Y tras describir varios ejemplos de la ubicuidad de la violencia en todo el territorio nacional, se preguntaba "¿En dónde estamos, hacia dónde vamos? ¿Cuándo se sentirán los efectos de los operativos? ¿Cuándo habrá una policía que actúe a tiempo?", para concluir atinadamente que "dígase lo que se diga, mídase lo que se mida, es inaceptable que, ante la incapacidad del Estado, 110 millones de personas tengan que seguir encomendándose a Dios." Sin embargo, al día siguiente se contradecía en repetidas ocasiones a lo largo de su crítica  "La Jornada y el baño de sangre en curso" a la editorial "Alto a la violencia", que dicho diario había presentado el mismo día 10 con motivo de la campaña "¡Basta de sangre!" promovida por Eduardo del Río, Rius.

 Aunque todas y cada una de las citas al texto de La Jornada que CGL presenta en su escrito concuerdan íntimamente "con el espíritu" de su propio editorial -tal y como el propio Gómez-Leyva reconoce-, explota de inmediato ante la afirmación de La Jornada de que lo prioritario es conseguir el imperio de la paz en el país antes que el desmembramiento de las bandas delictivas, pretendiendo generar la impresión de que la exigencia del alto a la violencia reviste una claudicación al poder criminal, al sacar de contexto esta afirmación evitando citar las líneas que la preceden: "La defensa de la legalidad carece de sentido si no se empieza por garantizar el respeto a la más básica de las garantías consagradas en la Constitución: el derecho a la vida. Lo procedente, en consecuencia, no es priorizar el desmantelamiento de los grupos delictivos, sino la pacificación del país." 

Claramente, aunque la editorial de La Jornada apunta a la urgente necesidad de terminar con el empeño absurdo, con el contrasentido de sostener una guerra que como remedio a los males de la delincuencia está a todas luces resultando más perjudicial y peligrosa que la propia enfermedad, CGL prefiere hacerse el corto de entendederas preguntando marrulleramente "¿Qué significa “pacificación del país”? ¿Cómo se alcanzaría en un lapso en que, según esto, el gobierno federal está ya incapacitado?", para tergiversar el sentido del texto de La Jornada, que al respecto puntualiza que "La actual administración ya no está en condiciones, en los dos años que le restan, de conseguir algo semejante a logros reales en materia de imposición del estado de derecho, como no sean (naturalmente, NdelA) acciones puramente mediáticas." Y acudiendo a la pervertida táctica JFK(afkiana)loide de delegar a la sociedad las tareas propias del gobierno mediante un sentimentalismo barato cultivado a través de los medios masivos de comunicación (y cuya máxima expresión se alcanzó con la Iniciativa México de las televisoras), tras coincidir con La Jornada en que por el deplorable estado en el que actualmente se encuentra, la sociedad está obligada a "dirigirse a las autoridades para que éstas rectifiquen y empiecen a adoptar acciones concretas para poner un alto al baño de sangre en curso", se sale por la tangente oficial preguntando nuevamente "¿qué sociedad, con qué representatividad, a través de qué mecanismos? ¿Rectificación del diseño, de la táctica? ¿Qué acciones concretas?" para acabar sentenciando "que un texto tan ambiguo sólo aviva la tentación, al parecer muy seductora entre los priistas, de entregar a los criminales su parte de la plaza con la esperanza de que cumplan su palabra."

Esta última frase desencierra por sí misma al gato: ni a CGL, ni a Felipe Calderón, ni a Milenio, les importa un comino el baño de sangre con que la fallida estrategia contra la delincuencia ha obsequiado a la sociedad civil. Lo único que les importa ahora que el PAN ha perdido hasta la capacidad política de fabricar un candidato a la presidencia, es mantener la endeble apariencia de determinación y fuerza con que Calderón se ha disfrazado desde el inicio de su -dizque- mandato, en el afán de sostener un gobierno que debido a la falta de la certeza matemática de su triunfo, pero sobre todo a su forzada imposición legal en el cargo por parte del TEPJF, nació sin miembros: ni superiores, ni inferiores... y mucho menos mediales.





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