martes, 8 de febrero de 2011

Aristegui y el cuento del periodismo de Ciro Gómez-Leyva

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El lunes 7 Ciro Gómez-Leyva decía en su programa televisivo acerca del despido injustificado de Carmen Aristegui: “qué pena”. Aludiendo maliciosamente, junto con la señora que presenta la música de fondo, a la no renovación de su contrato con W-radio en 2008 por “problemas con sus empleadores”, exhibiéndose de paso como un “periodista” que sigue la línea editorial de una empresa (si es que alguien “que tiene línea” merece llamarse así), cerró el tema sentenciando: “ya nada más tengo que decir”.

Pasaron menos de 24 horas para faltar a su palabra con el siguiente monumento a la prostitución periodística, que vale la pena desmenuzar para evidenciar su carácter de textoservidor:

La historia en Breve
Ciro Gómez-Leyva

1. Hace dos o tres años, una columnista de MILENIO refirió el supuesto alcoholismo del presidente Felipe Calderón. Le pedimos que diera las fuentes. Con fuentes sólidas publicaríamos su texto: sería una gran nota. Sin fuentes era una calumnia: jamás lo publicaríamos. Zanjamos así ese problema editorial.

2. Hasta donde sé, el presidente Calderón jamás ha encabezado un acto público en estado de ebriedad. Ni se ha tropezado o vomitado con gente alrededor. Tampoco es famoso por cancelar citas. Luce fresco, bien dormido en las mañanas. Y en los actos se le ve concentrado. Improvisa con frecuencia y facilidad. ¿De dónde viene el cuento del borracho? ¿Lo filtró el Estado Mayor, el staff de Los Pinos, Gobernación, la PGR? No hay un rastro periodístico para hacer tal insinuación. No es siquiera un mito. Es un cuento.

El tema lo sacó, como ya dijimos previamente, el periodista Álvaro Delgado en su artículo "Calderón: un retrato", publicado en el número 1720 de la Revista Proceso. Las fuentes fueron las cartas que Carlos Castillo Peraza envió a Calderón, particularmente la fechada el 31 de octubre de 1997, donde escribía: "llamó asimismo mi atención un tema reiterado de conversación: el de las aventuras más que frecuentes –etílicas y demás— de algunos de tus colaboradores" y "me dolió y preocupó haberme enterado por boca de subalternos menores que el Presidente del partido salió de la oficina 'muy bien servido'". Rumores de pasillo quizá; cuentos, tal vez, pero provenientes de una fuente inmejorable: tanto, que Carlos Loret de Mola leyó, íntegro, el texto de una de dichas cartas en su noticiero Contraportada del 22 de julio de 2009 (22:58 en el audio mostrado en la página 41 de los programas completos grabados), validando con dicha acción, al menos la confiabilidad de la fuente.

Loret de Mola trabaja para Telefórmula y también para Televisa, propietaria de W-Radio, empresas rectoras de la línea editorial que sigue Ciro Gómez-Leyva, ya que también trabaja para las mismas empresas. ¿Entonces Televisa y Loret de Mola calumniaron a Felipe Calderón, según los cánones de Milenio? Si es así, Ciro Gómez-Leyva y Carlos Marín prostituyen a diario sus convicciones editoriales por las de una empresa que gusta, impunemente, de la calumnia. Si no, entonces Ciro Gómez-Leyva miente tendenciosamente en el primer punto de su escrito con tal de construir entre sus lectores la percepción de que el simple hecho de abordar el tema es una calumnia para perjudicar a Carmen Aristegui, a quien sin duda va dedicada su columna pero a quien cobardemente nunca menciona.

También dice que “hasta donde sabe” Calderón nunca ha presidido un acto estando ebrio. Pero ese es el problema: que nadie lo sabe. Lo que todo mundo sabe, sin embargo, es que no es necesario caerse de borracho en el propio vómito para ser alcohólico: basta con necesitar tres o cuatro copas antes de cada evento importante para poder mantenerse entero, viéndose “concentrado” y hasta improvisando “con frecuencia y facilidad” en la seguridad que da el alcohol, provocando que se profieran valentonadas como “En esta guerra contra la delincuencia, contra los enemigos de México, no habrá tregua ni cuartel” de las cuales después, en el sano juicio, uno se desdice.

Por otra parte, Calderón no se ve nada “fresco” ni “bien dormido” en la manta de Noroña. ¿Cuándo y en dónde se habrá tomado esa fotografía?

3. Insinuación sin fundamento es calumnia. La del alcoholismo de Calderón la propalan los de costumbre: los mediocres diputados del PT, uno que otro columnista, los twitteros más arteros. Es decir, quienes no pueden, no saben registrar un hecho, pero confían en que repitiéndolo varias veces conseguirán el objetivo de dañar al espurio.

¿Podemos suponer entonces que Televisa y Loret de Mola pretendían dañar al “espurio” cuando en su momento lo propalaron? Ellos sabrán por qué motivo. También que Eduardo Ruiz-Healy pretendía dañar a la misma Carmen Aristegui cuando al aire en su programa dijo de ella, sin prueba alguna, que estaba al servicio del “Peje” (unos días antes de que, cual Noroña, le gritoneó a éste en la entrada de TeleFórmula después de su entrevista con Ricardo Rocha), y que ambos, Ruiz-Healy y Gómez-Leyva, pretenden dañar a este personaje o a algún adversario de su línea editorial cuando hacen pasar sus opiniones y suposiciones como las de él, como por ejemplo cuando Ciro Gómez-Leyva repetía una y otra vez el día del cómputo distrital de la elección del 2006 que el PRD buscaba sembrar la percepción de que AMLO iba ganando al impugnar las casillas que no les favorecían, pero sin comentar y aclarar que había una orden –ilegal– del Consejo General del IFE para no realizar los recuentos que el mismo COFIPE permitía, lo que retrasó sobremanera el cómputo.

Los “rumores”, dices, los propalan los de siempre… y también, digo, mandan a contenerlos a de siempre: entre ellos, tú.

4. Si mañana alguien inventa que el secretario de la Defensa es adicto al crack y el veneno de ratas, ¿es su obligación salir a callar esa mentira porque tiene 100 mil soldados bajo su mando? ¿De qué estamos hablando?

Sería maravilloso que el secretario de la Defensa fuera adicto al veneno para ratas, pero atendiendo a la pregunta, por supuesto que sí es su obligación de un funcionario público en un altísimo cargo desmentir a quien lo calumnia.

Bill Clinton, el presidente del país más poderoso del mundo y que usa al nuestro de patio trasero, tuvo que aceptar que había mentido al negar una relación sexual con una becaria de la Casa Blanca: esa, la Le(n)winsky de los chistes. Hay pocas cosas menos íntimas, privadas y personales que el coito, pero aún así Clinton debió responder a las preguntas sobre el tema, y sobre todo, a ser criticado y reprendido por haber mentido en sus respuestas.

Se equivoca pues López Obrador (como bien apunta Julio Hernández) al condenar la manta de Noroña diciendo que esos temas “íntimos” de un presidente de la República, de la RES-PUBLICA, de la cosa pública, no son de elevado interés popular. Lo cuestionable de la protesta de Noroña no es el fondo de lo escrito en su manta, sino la forma tan burda hasta la sospecha en que sacó a la palestra ese tema tan importante.

Si Kalimba o su acusadora tuvieron que someterse al juicio mediático promovido por Televisa (“última oportunidad, Kalimba” sentenciaba Loret de Mola), y que fue seguido puntualmente por Milenio, quien lo consideró una “gran nota” periodística sin ningún prurito de rigor editorial por las fuentes confiables (si es que no se consideran como tales a Laura Bozzo y a su contraparte de TV Azteca), o si el propio López Obrador, sin ostentar ya cargo público alguno pero obligado por su trillado discurso de austeridad, tuvo que hacer frente a la exclusiva marca de zapatos de su hijo, ¿por qué el titular del Ejecutivo no debe dar cuenta a la nación de su salud toxicológica al ser acusado en la máxima tribuna por un diputado federal, “haiga sido como haiga sido”?

¿Será que Televisa, Milenio y Ciro Gómez-Leyva consideran de mayor importancia para el país el chisme sexual de Kalimba o los zapatos del hijo de un político  que el alcoholismo de Calderón, por muy presuntos que fueran los tres? ¿O es que simplemente “no pueden, no saben registrar un hecho” que no vaya más allá de un escandalillo de la farándula o de una trivialidad politiquera, y por eso no hablan de él?

Porque en esta guerra contra el narcotráfico sería más que prudente y deseable conocer si Felipe Calderón, el comandante supremo de las fuerzas armadas, tiene o no problemas con la bebida, padece de alguna otra adicción además de la sangre, o si simplemente utiliza Prozac como su antecesor.

Por eso mismo, Carmen Aristegui señaló con mesura, con prudencia, después de presentar los puntos de vista de todas las partes respecto de la manta de Noroña:

“Es durísimo lo que ahí se plantea, es una cuestión que ha merecido la respuesta del PAN como escuchamos a Josefina Vázquez Mota que respondió por parte de los panistas en los términos que usted acaba de escuchar. Pero dejémoslo ahí, dejemos el tema en lo que fue el zafarrancho o la situación crispada en San Lázaro, y pongámosle atención al asunto, y dejemos la pregunta abierta. No es la primera vez que se habla de este tema de un presunto alcoholismo de Felipe Calderón. […] Pero es un tema delicado, por supuesto que hay que verlo con la gravedad del asunto, saber si hay o no ese problema, si hay o no esa problemática en la persona de Felipe Calderón Hinojosa. En las democracias del mundo se suele ver, de vez en vez, que se piden estudios médicos para saber cuál es la condición de los gobernantes, qué tipo de salud tienen, pues porque al final de cuentas están en una posición de altísima responsabilidad y las sociedades, hablemos en genérico, las sociedades requieren necesariamente saber cuál es la condición precisamente de quien está tomando decisiones a nombre del interés general”



Sigue puntualizando, contextualizando el tema, para concluir su intervención al respecto con las palabras que originaron su despido:

“Ya podemos opinar lo que sea de los legisladores, ya podemos opinar lo que sea de las mantas, ya podemos opinar lo que sea del tipo del lenguaje que se usó para hablar de un tema de esta naturaleza. Dejémoslo ahí, en la crónica y en la narración que acabamos de escuchar, y dejemos la pregunta abierta y la petición formal a la Presidencia de la República: ¿tiene o no, Felipe Calderón, problemas de alcoholismo?

Es una pregunta válida y pertinente. No afirma ni niega nada. No insinúa nada. Sólo solicita formalmente a la Presidencia de la República dar cuenta del estado toxicológico de Felipe Calderón dados los hechos recientes. Nada más. Después de todo, “era una gran nota”

¿En qué parte falta  a la ética periodística desde cualquier código al hacer esa pregunta?

No procede la salida tangente, sentimentaloide y absurda de Gómez-Leyva de que el titular del cargo público más importante del país no debe responder a una acusación de tal naturaleza por absurda y zafia que haya sido la forma de presentarla.

Su deber ante el país es demostrar, con las pruebas contundentes que en el discurso tanto gustan a los amos de Milenio, que Noroña miente. Y no sólo eso: además de demostrarlo, debe acudir a la Ley, a la Justicia, y demandar al calumniador exigiéndole las disculpas públicas que amerita el caso de una acusación tan grave.

La Presidencia hizo lo propio a través de Alejandra Sota ante la pregunta de CNN de si había tenido que ver en el despido de Carmen Aristegui. ¿Por qué no actuó de la misma forma y con la misma celeridad ante la –supuesta– difamación de Fernández Noroña? ¿Por qué prefirió hacerlo a través de la línea editorial que con tanta vehemencia siguen Gómez-Leyva y los demás empleados de los medios al servicio del gobierno?

Remata este mequetrefe Milenario su perorata con estilo de narrador de telenovela lacrimógena de Libertad Lamarque:

5. Triste momento para el conocimiento colectivo en México. Quisiera pensar que es un momento de confusión. Pero no, es más bien de malignidad. Se acusa maligna y reiteradamente a Felipe Calderón sin una prueba. Sin fuentes es una calumnia. Jodida. Vulgar. Divulgada por calumniadores jodidos, vulgares.

… como Carlos Loret de Mola, ¿no? México, para pesar de tus patrones, ya no se chupa tan fácilmente el dedo, Gómez-Leyva, y su tristeza colectiva la da el conocimiento de que nada ha cambiado en la censura a la libre manifestación de las ideas desde hace 100, 70, 12 años, por mucho que en teoría las garantice la constitución. Nadie se cree que se te olvidó lo de las cartas de Castillo Peraza; nadie se cree que la malignidad de correr a una periodista de verdad porque no sigue una línea editorial a modo del poder, no provenga desde Los Pinos. Y nadie se cree, con pruebas o sin ellas, el que no te hayas prostituido desde que te perjudicaron el periodismo llenándote la boca de dólares y la pluma de lisonjas o críticas por encargo al cambiar ilegalmente de manos el otrora incómodo Canal 40 donde te desempeñabas.

Tú decidiste doblegarte, venderte. Aristegui no, y a diferencia de ti se ha convertido desde su integridad en el estandarte periodístico del pueblo: el precioso, Hildebrando, la Ley Televisa. México lo sabe y eso te arde. El gobierno, el gremio político todo, lo saben también, y como en 2008, buscaron el primer pretexto para deshacerse de una voz, de un espacio libre, antes de las elecciones que se avecinan.

Tú y MVS quédense con Su atole dispensado por vía digital (en HD).

Jodido. Vulgar. Textoservidor.

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